sábado, 30 de mayo de 2015

La golondrina



Amaneció súbitamente en la noche de mis manos
Amaneció sin mí; sólo mi sombra íntima conmigo,
mi sombra
estirando más y más los dedos de mi sangre
hacía las blancas palomas del vacío.

Una golondrina trepó hasta la cornisa
de mi ventana muda;
un faro lejano iba describiendo 
la sangrante trayectoria
de su círculo enfermizo,
relampagueando un aura fértil
de lluvia
sobre la vocación estéril
de los verbos amaestrados
por las tortugas del silencio subterráneo.

Un espasmo, un cuchillo suicida, una certeza
partiendo en dos
la pregunta fantasma...
luego
mi nombre con vocación de tierra,
despejado de alas,
cuenco para la sed de las espigas,
cosecha de miel para la golondrina
que eternamente ha de volver;
la que nunca partió
del nido de mis vísceras azules.
















No hay comentarios:

Publicar un comentario