miércoles, 13 de mayo de 2015

Alguien...


Todos los días
hay algún muerto en Brooklyn 
al que nadie reclama.
Es domingo
en las estanterías del abandono
y llueve,
sigue lloviendo tenazmente 
bajo un sol indomable.

Alguien  olvidó anoche
cerrar la llave del gas
o del silencio
y algo estalló de pronto, 
despedazó su costra
entre las uñas del día,
y hoy parecen deformes
los trinos de los pájaros.

A todas horas se producen  suicidios
en Munich, en Atenas,
en Ottawa...
En mi barrio también,
aunque lleve silenciador el arma
del cansancio.
Todos los días alguien debe morir.
Alguien debe tratar de nacer
todos los días, 
tatuarse un sol en la frente,
escribir con sus actos
con su corazón
 un poema latiente, carnal,
incendiario
-no como este cadáver mendicante
que veis-
Alguien con un niño en su sombra:
un honbre,
una mujer
un verbo, una pregunta,
un poema 
puede beber la vida a través de su sed;
algo, alguien
cuya  sangre flamee y pueda derrocar
la ceniza, trufarla de ternura, de fe.

Alguien que aún esté vivo. 


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