sábado, 11 de agosto de 2018

Fiesta


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Queridos animales humanos:
si yo fuese  un pedazo de carne
sin espíritu;
si no pudiera sentir dolor, ni rabia,
ni percibir la ira que envuelve el aire
de esta tarde maldita;
si fuese 
un objeto útil, o una hermosa planta que oxigena la tierra,
ese juguete que un niño adora
antes de destruirlo
o condenarlo a un olvido semejante a la muerte.
Si este trágico final no engendrase tan solo
fuegos artificiales, parches con los que mitigar
el hastío
de vuestra pálida existencia
y la pasión salvaje que hoy inflama vuestra jodida sangre
llegara disfrazada de utopía, de razones
en celo, de crimen
necesario,
tal vez tendría sentido mi funesto destino.

Pero vosotros os encendéis con cada gota de sangre derramada, celebráis
la agonía con vítores y palmas.



No estáis 
sentenciados
perdidos
solos
en medio de un ruedo interminable.

 Queridos animales humanos:

Dejad de esconder la vileza que os viste
bajo la altisonante piel de las palabras:

Fiesta, Arte, Símbolo, Pasión...
son solo trajes que encubren 

El Dolor
La Angustia
La Sangre
El Sufrimiento
La Agonía de un pobre  ser sacrificado
impunemente.

lunes, 6 de agosto de 2018

La viuda de Caín



Mira a través de la botella el mundo, amor.
Su sangre esteril alimenta un blando limbo 
sobre el que columpiar
la decepción.

Tratemos de olvidar
el vomitivo gris que nos carcome a diario.
¿Por qué me hablas como a un extraño? di,
¿Por qué me desprecia el animal que tiembla
en tu mirada?

Soy yo, el mismo
de siempre, el mismo
al que hace casi medio siglo siglo juraste amor eterno;
tal vez un cobarde, un enfermo
o un loco;
una víctima indefensa de este puto
sistema.
Abel en un cuerpo de Caín,
que entierra sus fantasmas
en humo y güisqui.

El torvo gesto de tus labios
me declara culpable.

Recuerdo apenas un beso arrebatado, un grito oscuro;
tu cuerpo temblando en medio
de la habitación;
unos ojos clavados en mis pupilas, como un puñal
de rabia,
y me enfurezco...y te siento como al frágil monstruo
que debe expiar mis tormentos, mis fracasos;
el animal herido al que desprecio
a ratos,
el mismo que me culpa sin palabras de haber enterrado
la inocencia
trago a trago.

Y sé que desearías abandonarme
para siempre, como a un perro,
sobre la frágil noche de mi vida.
Desearías, incluso, ser la viuda de Caín.

Escucha,
mañana todo acabará, te lo prometo.

Ahora, vete,
deja de señalarme con tu cárdeno silencio.

Te quiero tanto, tanto...