jueves, 31 de diciembre de 2015

Retrato de la dama sin rostro



Jamás la vi.
Solo intuía su aliento
a sombra
cuando la mencionaba la noche,
su aliento a pájaro
cuando la luna hundía su pico
de pergamino
bajo doradas sábanas
de infancia.

Mitad vampiro, mitad ángel
creció
bebió de mí,
conmigo sangró, fagocitó raíces de cristal.
Latente
su prolijo corazón
bajo la inquieta tumba de mis manos.

No sé su nombre,
pero me sabe a pozo, a temblor,
a relámpago;
no sé su nombre,
pero alguien la menciona
y la tarde espolea un grito
y un pájaro se posa
sobre el cristal dormido del silencio,
y llueve como siempre
la ternura,
y llueve como nunca
la negrura,
y una quimera esboza
su esqueleto de aire
sobre mi desgajada voluntad.

En las ramas del viento
reposa su voz estremecida,
aguardando
una brecha en la mudez de la muerte.
Ella acude,
me llama por mi nombre de sauce
y mis raíces lloran escarcha
de palabras,
sacuden su misterio 
sobre la blanca tierra
de una promesa
y arde la luz callada,
luego
retorna la calma, el sueño,
el abandono
y vuelven a brotar en mi tumba las flores
del invierno.



















viernes, 25 de diciembre de 2015

El fauno



Es medianoche
en el país del fauno
-eterna medianoche-
y le duelen las vísceras
de invocar a las hadas de la ceniza
y sangra profecías
cuando trepan fantasmas
por su búnker de arena.

A veces le crecen hebras de relámpago
en las uñas y un pozo blanco en las pupilas
y sueña... y soñando
araña espejos de destino.
De tarde en tarde, roen tu alma las ratas
del crepúsculo
y amaneces lejano, revestido de rojos
en el país donde las ninfas tejen
abalorios de fuego ante tu altar;
lejos, desperezas tu alma,
mueles sombras, tratas de abatir
la pared de la muerte...

Todo es ficción, fuego efímero,
un golpearse las llagas
con espinas.

¡Ay, fauno!
deja de arrancarle los dientes
a un sol disecado.
Busca la savia verde que un día
nutrió tus pupilas,
sacúdete las escamas deshechas
por el lodo del tiempo.

Sumérgete
en el alma de la luz.
Anida en sus entrañas.




domingo, 20 de diciembre de 2015

Animal Ausencia



Una noche de un día
de un invierno cualquiera
vendrá a buscarme
el animal Ausencia;
vendrá con gesto turbio, desleído,
a pastar en el hueco de mis labios;
una noche de un día
sin memoria, vendrá
a llenar con su cuerpo este pozo de aire
donde amarillean los pronombres.
Se acercará a mi mano,
sigiloso,
erizando su lomo de cristal;
será inútil
inventar una flor que lo consuma
o arrancarle los dientes con libélulas.
Me mirará, como hoy me está mirando,
sumiso, inerme,
semiderrotado;
se tornará quebradizo al tacto de mi mano,
resquebrajándose
en pedazos de ayeres.
Yo recompondré su carne azul,
su dócil esqueleto de tinieblas
y, de pronto, sentiré cómo roen mis pies
la herrumbre de tu sombra, el murmullo de un gesto
amanecido,
la piedra de la infancia...
Igual que ahora, beberé
sombras y luz de un trago;
escupiré los duelos, sus espinas
y me sentaré a mirarte, animal mío,
hasta que duerman el miedo
y el olvido.

Ay, mi pobre animal trágico
¡despierta!
siéntate en las rodillas
de mis pérdidas.
Inyecta en mis pupilas tus pupilas
de pergamino y véndeme
tu insobornable aliento de campana.




domingo, 13 de diciembre de 2015

Piedra roja


Palpita, piedra roja, palpita,
despierta la memoria;
no afiles tus aristas, no dejes a tu paso un rastro
de esqueletos azules, una impronta
de sueños arrugados de infancia;
quema las mieses agostadas,
purifica la sangre enmudecida;
enciende en mis pupilas su nombre;
déjale entrar
a la acordada hora del relámpago,
que baile con la aurora
y desdente con su voz amarilla
estas uñas de sombra.
Ven,
baila conmigo
la danza del olvido
hasta que los cuervos tatúen palomas
sobre el alba;
es temprano,
no dejes todavía
que me mire a los ojos la mujer
 a quien no reconozco;
y tú, hermana,
déjame vivir mis muertes blancas;
eres humo, soy humo,
bien lo sé,
pero
llevo atado a mi cintura
un mapa de latidos;
arrastro conmigo la luz deshabitada, 
puedo rehacer la antigua estructura
de los besos,
despertar los secretos augurios, 
avivar el perfume 
del temblor,
perpetuarme en sus ojos, 
porque ellos me hicieron lo que soy,
porque en mí permanecen.





sábado, 5 de diciembre de 2015

Un día cualquiera


Hoy no es un día cualquiera, mi Ángel.
Es sábado, y estos pies han abortado las aceras
que beben a diario mi fatiga.
Es sábado
y estoy aquí, sentada
al borde del abismo,
junto a una taza de café y una buena ración 
de interrogantes,
mirando a esta blanca sábana a los ojos.
Aquí lucho,
invirtiendo los silencios de Dios,
apaciguando la voz de las esferas
que tatúan mi nombre
al aullido silente de las piedras.

No, hoy no es un día cualquiera.
Un día cualquiera mutila las pupilas,
nos esclaviza
a su anatomía de ángeles castrados.
Un día cualquiera
nos visita un sol anémico
y una sombra
trepa por los andamios de mi lengua
hasta arrojar esta voz desde lo alto
al pozo donde dormitan los deseos,
y nuestras manos hablan un idioma lento y pálido.

Pero hoy reivindico el latido de nuestros vencidos
huesos,
el fuego de la dopada voz de la inconsciencia;
incito
a la rebelión
a las aves que mueren 
bajo la dictadura del alambre.
Hoy reivindico el temblor de mi cuerpo
al roce de tus labios,
insto a mis duendes, náufragos del gris
a palpitar hasta la muerte
en el latido ronco y azul
del mar-poema.