Siento una rebelión de estalagmitas bajo tus ojos,
hija mía,
-dijo anoche mi sombra-
y sabes que la distancia es un corcel de fuego
que relincha en los ventrículos de la piedra
escondida
bajo el puño izquierdo
de un latido;
sabes que hay párpados que se bifurcan
en las encrucijadas
de la luna;
que no hay tierra sin tumbas
ni cielo sin un nimbus de ceniza,
y tú perteneces al norte y al sur de tus enigmas.
Has blindado demasiadas preguntas con titanio
para no ver sus venas amoratadas por la muerte.
Acompáñame,
mira:
hay una zanja extrema que solo pueden cavar las uñas
de tu luz;
en ella habitan
los pájaros abortados por el silencio.
Arroja allí la cera de tus máscaras
y deja que nidifique un sol
y te pronuncie.
Excelente no es la palabra, pero apunta su delta al corazón de alguna cruz.
ResponderEliminarGracias, amigo.
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