martes, 12 de mayo de 2015

Gálate


Quiso beberse el mar una mañana.

Guardó la mansedumbre
bajo un estuche de tumbas
y calzó guantes de luna
para incendiar el renglón opaco de sus huellas.
Sentía la lengua de un eco salado
lamiendo las entrañas del cansancio,
tatuándole una canción
azul
sobre los huesos;
la sed de la sal
que retornaba de tu frente hasta su desmesura,
de sus plateadas mejillas
hasta la volátil cresta de tu ira.

Quisiste beber el mar,
Gálate ingenua,
y el mar apuró
el líquido fervor de tus arterias.

Cuentan las piedras abisales la leyenda
de tu canción en ruinas;
dicen que se ve
flamear bajo el manto del agua
un mechón de tu sombra
enredado en las algas
de un tañido de plata,
que el silencio sostiene en sus brazos
un nicho de sirenas
y un dolor tan azul y letal
como tus lágrimas.




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