La
hora del relámpago,
-dijiste-,
ven
conmigo
te
mostraré el verdadero idioma de las flores
talaremos
el abeto gris de nuestra infancia
que
amenazó con expandir sus gusanos en tus manos
de
niña. Ven conmigo
suéñame
cuando lleguen los idus de la muerte
y
las plañideras que acuden al atardecer al malecón
de
los suicidas
pinten de negro las uñas
de
tu corazón.
Ah,
pero llegaron los perros de la ira
y
hurgaron en las gargantas de los resucitados,
entonces
un pájaro picoteó tus ojos,
los
embriagó de negrura,
y
ahora
cada
palabra sepultada
esconde
un hacha y una víbora
en
su vientre
y
tú te ocultas en un estiércol de tinieblas
mientras
yo voy tomando el tren
que
me conducirá al vertedero de la luna.
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