jueves, 4 de junio de 2015

El alma de los robles



Parpadea el mundo cuando te pienso,
cuando vendimio un recuerdo
doblegando la tierna consistencia de mis manos,
y ato a la soga
de mi desolación al parduzco corazón de tus ojos
que guarecen el alma de los robles,
a la paz
de tu ángel que me mira sin verme,
a la férrea voluntad de tu signo capaz de domeñar el sopor
del olvido.

Hizo falta abortar la madera del tiempo
subterráneo,
parir sus amapolas con maternal tristeza, masticarlo despacio
y escupir las llanuras del abyecto crepúsculo
de la muerte.
Hizo falta
mirarte desde el fondo de mí, agarrar con el débil hilo
del cansancio
la lengua
del silencio y forzar su lenguaje de madera,
donde fluye la sangre que me falta, donde anida
 la Sombra que alimenta
mi hígado
cuando el pan de la fe no me basta, no basta
para paliar la noche interminable;
es entonces cuando los ojos vuelcan hacia dentro 
su boca,
y como las migas del recuerdo, padre,
y me sacio de tu luz y es de miel el abismo,
y el tortuoso abrazo del olivo que sangro
a cada pálpito
me libera
y te nombra.



No hay comentarios:

Publicar un comentario