viernes, 7 de julio de 2023

El advenimiento de las oropéndolas

 


                      


Bienvenidos,

ángeles del asfalto.

Bajad de las acuosas nubes,

posaos sobre la tierra desnuda,

mirad nuestros sedientos ojos.

Venid, gentiles lobos, 

venid.

No hurguéis en las vísceras del miedo,

amparaos

en la dulce ceguera 

de los pobres humanos

que os aguardan.

Lobos benditos

que sacrificáis vuestros intereses inmediatos

en pos del bien común:

salvadnos de este pálido universo.

Mi mente se postra ante el dominio

de vuestras fustigantes diatribas.

Ha llegado el momento de blandir

las espadas.

Afilad el veneno sagaz

que escupen vuestras taimadas lenguas.

Ensayad bien los gestos, la sonrisa

forzada;

dosificad las palabras

que os llevarán

a los opacos cielos

de algún importante ministerio.

Pactad con el diablo,

si es preciso.

La verdad absoluta es un mito

desintegrado en el espacio-tiempo.

Tunead, pues, la realidad, hasta adaptarla

como un guante a vuestros dedos.

Quien azuze a los monstruos atávicos

que subsisten en los abismos

de la mente,

ganará la batalla.

Alzad una verdad a medias como enseña;

triturad todo razonamiento que se abstenga

de caer en vuestras bien urdidas

redes

y, cuando llegue el momento crucial,

guiad a este rebaño incrédulo

y manso

al redil adecuado.

Dadle de beber la bienaventurada anestesia

de una incipiente fe

en el advenimiento de las oropéndolas,

y disfrutad de un opíparo festín

con nuestras endebles esperanzas.