domingo, 25 de agosto de 2019

Profilaxis


Hoy es un día más, uno cualquiera
y tus párpados siguen imantados a la noche.
Presientes fuera una luminosa madrugada,
pero el cuerpo se resiste a obedecer la odiosa disciplina
de la mente,
y sigue doblegado al dulce delirio de tu último sueño
inconfesable.

Por fin consigues levantarte.

El espejo te devuelve la mirada de una mujer
que apenas reconoces.
Identificas tus manos derrotadas,
tu actitud lunicida.
Gestos a la deriva,
como pecios amargos de un naufragio.

Te desperezas,
tratas de conectarte con el mundo
a través de las páginas de un periódico local,
como si la realidad cupiera en un pedazo de papel
y el dolor fuese materia desechable
(¡Ah, si pudiéramos incinerar la rabia
y la impotencia y arrojarlas al cubil del olvido)

Con el primer café del día humea
el hedor de la condición humana.
La oscura tinta se desangra tácitamente ante tus ojos.
Medias verdades bailan un vals triste,
solapadas por un silencio delator.

-Nada de esto debe afectarme demasiado-
susurra
la voz en off de tu conciencia,
mientras sigues devorando una sabrosa tostada.

Y, para resarcirte de tanta destrucción,
vomitas tus delirios en un blanco lienzo
inflando así las velas de tu ego,
y te lanzas al turbulento mar
de un profiláctico poema
cuya grandeza - bien lo sabes-
no sobrevivirá a la madrugada.