sábado, 26 de diciembre de 2020

Por Navidad (en un tiempo ya lejano)

 


No presentía su llegada;

caía de repente, disipando la ceniza gris

del tedio, como una lluvia luminosa

y extraña.

Todo se teñía de rojo encendido en su presencia:

las paredes, el escuálido árbol, los adornos, las luces,

las postales (también esas que no llegaron nunca)

La negra y larga espera, sobre todo...


En aquellos días, ellos le daban la espalda al infortunio;

se sentaban el uno frente al otro,

fundiendo el tiempo sobre un tapete verde

donde el mundo se representaba

en naipes de cartón.

Tan pronto, una copa rojiza se quebraba

esparciendo sus huecas entrañas en la mesa,

las espadas afilaban sus aristas, dispuesta siempre

a presentar batalla.

El esquivo y cobarde oro se ocultaba tras la pétrea arrogancia

de los bastos.

Y el tiempo lúdico devoraba a otro tiempo más oscuro

retenido

bajo las luces glaucas de sus ojos.


No recuerdo la cadencia de la nieve

esparciendo su pálida belleza sobre los tejados

de diciembre.

Sí, en cambio, las veladas

en torno a una mesa engalanada

de inocencia,

y un ventanal de cristales quebradizos por donde se colaban

de tarde en tarde

el cierzo

y la tristeza,

y el brillo azul-grisáceo de sus ojos

navegando por la quebradiza calma

de un silencio de aristas sumergidas.


Hoy llueve

sobre mi memoria

una ceniza roja:

el destello de un mar

adormecido;

la fortaleza de unos ojos profundos

enraizando en mi espíritu

su alma de roble centenario,

y aquellas viejas cartas que vuelven a arrojar su acartonada piel

sobre la densa alfombra

del olvido.



domingo, 6 de diciembre de 2020

Virus

 


El azar ha afilado sus uñas

sobre la incertidumbre.

Tú y yo, distantemente juntos

en un martes cualquiera,­

un martes que arropamos con coágulos de sábados

para asedar el lento discurrir de las horas.

¿Va todo bien? - pregunto – mientras busco tu rostro.

Todo va bien – responden tus labios 

amaestrados.

El reloj atenúa sus eléctricos pasos

al compás de la música.

Las paredes simulan protegernos del mundo;

los objetos triviales alcanzan

dimensiones secretas.


Se espesan los silencios

como una densa niebla.

-Tensa espera que aprieta su soga

sin piedad sobre el cuello

de un antiguo temblor-

Intuimos de golpe nuestro etéreo destino,

lo que tanto temimos se revela y nos habla

con febriles palabras;

se agita, reivindica 

su lugar en tu cuerpo

-entidad microscópica

que infecta lentamente

de sombras el cansancio-


Tejemos una colcha de futuros perfectos,

sacamos de un cajón polvoriento 

los oxidados huesos

de una errática estrella.

Todo va bien

 – pronuncian, rebeldes, nuestros labios.

Cubierta de polillas,

la voluntad dobla su espinazo.

sábado, 31 de octubre de 2020

Dos palabras

 


Dos palabras bastan para cambiar el rumbo.

Es fácil,

solo debes dejar que acaricien la herida,

arroparlas, ser cómplice 

de su significado,

dejar que se deslicen del balcón

de tus labios

a mis venas abiertas;

que planeen a oscuras, que rebasen sus límites,

y se posen al pie de la última sombra.

Un artículo, un verbo desleídos

a puro de mojarse

en un whisky de palabras marchitas

han podido enterrarnos en su ciénaga lúgubre.

Pero sonó un estruendo

y una hilera de avispas liberó su ponzoña

en la diana de un sueño.


Te pido dos palabras,

dos palabras, y un beso que revierta

el disparo.

Es fácil,  solo debes 

no dejarlas morir.

domingo, 18 de octubre de 2020

Preguntas...

 


Os habéis preguntado alguna vez

qué será de nosotros, si un buen día

el espejo dejara de mirarnos

con su mueca plácida de siempre.

Si los relojes se mostrasen de pronto

terriblemente impuntuales

y el radio-despertador nos acosara

con hostiles silencios, con preguntas

que solo puede responder

el animal que custodia nuestra sombra.

 O si por un instante, el tedio afilase 

 sus pálidas aristas

y, en mitad de la noche,

la úlcera del último disparo

de una pregunta al aire

reventase los filtros de la nada.

Os habéis preguntado lo que duele

levantarse del cómodo sofá

y practicar footing con tus dedos

hasta que sangren todas las palomas,

y volver finalmente la mirada

sobre la estela roja y decadente

que dejan los poemas

al morir.

lunes, 20 de julio de 2020

Rebaño




Vuelve al redil:
manos disciplinadas por la monótona música
del tedio
rictus incipiente, solapado por una verde y pálida
mordaza...

Vuelve al redil
- un tercio de tu vida mordisqueando los mismos pastos
con tus dedos -

Tú, que un día decidiste inventar un nuevo compás
que apaciguara los golpes de tambor
que secundan tu apocado corazón.

Tal vez
una inmadura rebelión pugna por estallaros
en los huesos.
Pero calláis.
Los lobos os custodian día y noche
para que no extraviéis vuestras pisadas.
Mirad a lo más alto:
magnéticas nubes desean atrapar
la candidez de vuestros ojos miopes.

Todo sigue igual que ayer
tras el vano cristal de lo aparente;
todo sigue igual que hace mil años:
la muerte, el dolor
-hasta el no olvido-
siguen viajando
en microscópicas partículas
de sombra.

No os preocupéis, balad plácidamente
en la plana magnitud de vuestros cerebros
animales.

Bajo el suelo, las hormigas siguen devorando sin piedad
la savia de un árbol centenario.

lunes, 13 de julio de 2020

Espejo




No me mires así.
Tenía que intentarlo,
esbozar con mi silencio un continente
ajeno a tu locura.
Trataba de esquivar a duras penas
un deja vu incendiado
de espectros, consumido
por cerúleas espinas, por letanías absurdas
de decrépita infancia.

Tuve que cobijarme bajo la sombra de algún árbol
talado
para no escuchar una vez más el zumbido
de los avisperos del adiós

¡Cuánto he echado de menos
la melífera hiel manando de los pechos
del tiempo!
El azúcar glas de la memoria
cuajando una vez más en mi taza repleta
de nostalgias.

No me juzgues, 
si no fuiste capaz de seducirme
con inflamable aliento.

El vacío se  hizo un hueco entre mis sábanas,
y un virus que solo infecta la ilusión
se filtró por las rendijas del cansancio.

Tú te fuiste en el último tren
de mi desidia.
Hoy te llamo, y vienes a abrazarme,
y me embadurno
de tu sangre inabarcable.
Te observo
 mientras me desconozco más que antes,
bucean mis dedos
en la misteriosa espuma 
de tu vientre.
 Mi voluntad se expande en ti, poema,
 muta, escupe sus espinas
 para suicidarse una vez más
en el oscuro lecho
de tu lengua.

domingo, 7 de junio de 2020

Aracne




Ella acostumbra a guardarse la sombra 
en la mesilla de noche.
Ha decidido
que su oficio es tejer lentamente la pálida rutina,
enredarse en la ceguera luminosa
de su tela de araña.

Alguien aguarda
en la penumbra del jardín;
alguien a quien rescatan a deshora
las hienas del silencio,
viene de tarde en tarde a beber
hasta la última gota de sangre
de las rosas.
Y mientras suena un réquiem por el ayer que asoma
en la mellada piel de una fotografía,
el animal oscuro escarba en la penumbra hasta desenterrar 
sus huesos amarillos.

Ella no escucha.
Entierra en el silencio preguntas
sin respuesta,
se anuda a la mirada el vuelo de los pájaros
y enreda entre sus dedos la tarde
que se aleja.

sábado, 23 de mayo de 2020

Jaque al sol


Jaque al sol,
-determinaron los prefectos
de la sensatez-
un mal invisible a simple vista nos acecha
desde el enfebrecido cauce de las calles,
oculto en miríadas de objetos que imantan
el anhelado tacto de las manos.

¡Cerrad puertas y ventanas
a la muerte!
¡acudid al funeral
de los abrazos!

Aplaudimos a héroes de verdad, que no llevan capa ni espada
(ni armadura)
Y confinamos por un tiempo la cordura
entre cuatro paredes,
creyéndonos capaces de pactar con las sombras que tememos,
de mirar a la muerte cara a cara.

La naturaleza no lloró por nuestra ausencia.
Cicatrizó parcialmente
sus profundas heridas,
mientras
-paradojas de la vida-
muerte, soledad y dolor se hermanaban,
visibilizando su rostro más temible
en las portadas de los informativos.

Algunos- los ingenuos- mantenían abierta
una esperanza: imaginaban que una nueva era llegaría
tras la convulsión;
la solidaridad y la concordia reinarían
por los siglos de los siglos ...

Pero nada brilla más que la ausente conciencia
de emponderados ególatras, que regalan
chucherías de tarde en tarde
a sus mascotas humanas
(presentes y futuros peones de su insaciable ansia de poder)
Divinos divos que escupen cada día al cielo
su arrogancia.

Así, hoy ya casi hemos olvidado
que la calamidad  vino hace poco tiempo a visitarnos
y nos cogió en pelotas:
sin disfraces, ni máscaras,
(ni mascarillas ni trajes EPI) ni siquiera
con esa estúpida sonrisa que pretende disimular
la franca desnudez de nuestra sombras.


sábado, 11 de abril de 2020

Leonor



Ella tejía la tarde lentamente.
En su rosario de tela iban claudicando
las polillas
que carcomían su voluntad
con rígidas razones de alcanfor.
La imagino como a un sueño enlutado
doliéndose del viento en rebeldía,
acariciando, a través de antiguas fotos,
el pergamino azul de la memoria.

Amaba intensamente la infancia
que no tuvo; los pocos sueños
que albergó, murieron
al mismo tiempo que su adolescencia.
Hoy hubiese cumplido un año más.
Y atrapo su reflejo,
como si el mundo se hubiese detenido
hace cuarenta años,
tal vez por ese olor a incienso
y a plegaria
que en estas fechas suele cubrir las calles,
hoy desnudas y enfermas de silencio;
tal vez, porque mi no-olvido huele a rosario
y a ángelus, y a sueños enlutados
muy temprano;
tal vez porque olfateo su sombra como un perro
que mordisquea con ansia
los huesos amarillos del recuerdo.

miércoles, 1 de abril de 2020

Rey Cov.


Viniste de oriente a Europa
cabalgando
a lomos de efluvios invisibles.
Nadie presintió tu cercanía.
Nadie intuyó tu fatídica sombra
filtrarse
bajo la máscara gris de las ciudades.
No pretendo
hacerte protagonista de un poema,
rey nanométrico,
ególatra emisor de la desdicha,
que esparces sobre el orbe
tu maloliente dictadura.
Has segado de un tajo tantas vidas
con el silente filo de tu espada
que hoy hasta las calles enviudan
de tristeza.
Mientras, nosotros,
los que todavía te sobrevivimos,
nos cubrimos el rostro
para no mirarte,
vestimos
con ropajes de enlatada evasión,
y escuchamos la voz metálica del wassap
aliviar el plomizo trote
de las horas,
aguardando
los cálidos aplausos de las ocho
que aplacan
la voz de la desesperanza
hasta que volvemos a ver tu cabeza minúscula 
asomar
en las portadas de los informativos.

Ojalá maduremos a golpe de derrota,
tras haber aprendido una dura lección
de humildad.
Ojala que, cuando te hayas cansado de nosotros,
el mundo sea un poco más humano ...

Nunca pretendí retratar
tu entidad miserable en un poema,
concienzudo asesino de esperanzas,
pero sé que hasta en las tierras más inhóspitas
nace la luz cuando las sombras callan.

domingo, 23 de febrero de 2020

Mi latido animal

                     


  Antes de que llegases a mi vida 
era una ludópata del verso.
Maquillaba de rojo-sangre las palabras,
las arrojaba a un  diana de cristal.
Las más osadas nacían contrahechas, 
   con los dientes mellados 
   y la voz de arenisca. 
Las más tímidas acababan ahogadas
  en los charcos de la indecisión.
Algunas (muy pocas)
consiguieron sobrevivir 
a mis vanos intentos
por forjarles un cuerpo estelar
  y dotarlas de alma.

  Convertí cada ausencia 
   en un número primo 
al que apostar en soledad.

A eso me dedicaba 
  los días impares de la semana.
                
Ahora apenas tengo tiempo 
  para el dulce suicidio 
de bucear a tientas 
   en una pálida pantalla.
Devoras mi atención, 
  y los agujeros negros de la huida                      
 se  solapan dulcemente 
mientras te acaricio. 

Ven,
juega conmigo
a perseguir destellos en el agua.
Tal vez el dios de los gatos
premie nuestra constancia.
Entra, sigiloso, a mordisquear
el libro sagrado del silencio
(nunca sabrás, pequeño mío, 
  que este silencio que mece  tu ronroneo 
  no es sino una   máscara
 de ceniza y espejos enfrentados)

  Antes de que llegases,
la rutina me estallaba en los dedos.
El blanco de los hospitales hería mis pupilas
con el brillo doloroso de la muerte.

Nada ha cambiado. 
El mundo sigue siendo una casa de apuestas
donde jugarnos a cara o cruz
la existencia.
Nada ha cambiado,
salvo yo, que ahora apuesto por ti 
cada día, 
salvo yo, que he aprendido de ti
a escuchar mi latido animal.

Gracias por adoptarme,
mi  peluda y rebelde
morfina.









domingo, 5 de enero de 2020

Vuelos

             


  Una bandada planea en lo  alto
  dibujando  misteriosas formas:
  manchas de tinta en movimiento 
 sobre el lienzo celeste.

¿Quién guía su vuelo? 
                                        ¿Hacia dónde?...

Diminutos cuerpos elevándose sobre cumbres
altísimas, 
cuerpos cuyas sombras amerizan
sobre el cristal del agua.

Una bandada de pájaros ha dejado su firma

sobre el cielo,
impulsada por un hálito fugaz.
Trato de seguir con la mirada su desvaído rastro.

¿Puedo, acaso, distinguir entre la maraña de la realidad
el rastro difuso 
                de mi propio espejismo?
(¿o  se trata  del rastro 
                inoculado por otros en el microchip 
de mi conciencia?)

Me pongo en pie, alzo las alas que no tengo
sobre algo así como un cielo de humo, 
entono mi canto de arenas movedizas,
y me descubro como  minúscula luciérnaga
que trata de aferrarse desesperadamente
al infinito.