sábado, 23 de mayo de 2020

Jaque al sol


Jaque al sol,
-determinaron los prefectos
de la sensatez-
un mal invisible a simple vista nos acecha
desde el enfebrecido cauce de las calles,
oculto en miríadas de objetos que imantan
el anhelado tacto de las manos.

¡Cerrad puertas y ventanas
a la muerte!
¡acudid al funeral
de los abrazos!

Aplaudimos a héroes de verdad, que no llevan capa ni espada
(ni armadura)
Y confinamos por un tiempo la cordura
entre cuatro paredes,
creyéndonos capaces de pactar con las sombras que tememos,
de mirar a la muerte cara a cara.

La naturaleza no lloró por nuestra ausencia.
Cicatrizó parcialmente
sus profundas heridas,
mientras
-paradojas de la vida-
muerte, soledad y dolor se hermanaban,
visibilizando su rostro más temible
en las portadas de los informativos.

Algunos- los ingenuos- mantenían abierta
una esperanza: imaginaban que una nueva era llegaría
tras la convulsión;
la solidaridad y la concordia reinarían
por los siglos de los siglos ...

Pero nada brilla más que la ausente conciencia
de emponderados ególatras, que regalan
chucherías de tarde en tarde
a sus mascotas humanas
(presentes y futuros peones de su insaciable ansia de poder)
Divinos divos que escupen cada día al cielo
su arrogancia.

Así, hoy ya casi hemos olvidado
que la calamidad  vino hace poco tiempo a visitarnos
y nos cogió en pelotas:
sin disfraces, ni máscaras,
(ni mascarillas ni trajes EPI) ni siquiera
con esa estúpida sonrisa que pretende disimular
la franca desnudez de nuestra sombras.


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