No me mires así.
Tenía que intentarlo,
esbozar con mi silencio un
continente
ajeno a tu locura.
Trataba de esquivar a duras penas
un deja vu incendiado
de espectros, consumido
por cerúleas espinas, por letanías
absurdas
de decrépita infancia.
Tuve que cobijarme bajo la sombra de
algún árbol
talado
para no escuchar una vez más el
zumbido
de los avisperos del adiós
¡Cuánto he echado de menos
la melífera hiel manando de los
pechos
del tiempo!
El azúcar glas de la memoria
cuajando una vez más en mi taza
repleta
de nostalgias.
No me juzgues,
si no fuiste capaz de seducirme
con inflamable aliento.
El vacío se hizo un hueco entre mis sábanas,
y un virus que solo infecta la
ilusión
se filtró por las rendijas del
cansancio.
Tú te fuiste en el último tren
de mi desidia.
Hoy te llamo, y vienes a abrazarme,
y me embadurno
de tu sangre inabarcable.
Te observo
mientras me desconozco más que antes,
mientras me desconozco más que antes,
bucean mis dedos
en la misteriosa espuma
en la misteriosa espuma
de tu vientre.
Mi voluntad se expande en ti, poema,
muta, escupe sus espinas
para suicidarse una vez más
muta, escupe sus espinas
para suicidarse una vez más
en el oscuro lecho
de tu lengua.
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