Os habéis preguntado alguna vez
qué será de nosotros, si un buen día
el espejo dejara de mirarnos
con su mueca plácida de siempre.
Si los relojes se mostrasen de pronto
terriblemente impuntuales
y el radio-despertador nos acosara
con hostiles silencios, con preguntas
que solo puede responder
el animal que custodia nuestra sombra.
O si por un instante, el tedio afilase
sus pálidas aristas
y, en mitad de la noche,
la úlcera del último disparo
de una pregunta al aire
reventase los filtros de la nada.
Os habéis preguntado lo que duele
levantarse del cómodo sofá
y practicar footing con tus dedos
hasta que sangren todas las palomas,
y volver finalmente la mirada
sobre la estela roja y decadente
que dejan los poemas
al morir.
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