El azar ha afilado sus uñas
sobre la incertidumbre.
Tú y yo, distantemente juntos
en un martes cualquiera,
un martes que arropamos con coágulos de sábados
para asedar el lento discurrir de las horas.
¿Va todo bien? - pregunto – mientras busco tu rostro.
Todo va bien – responden tus labios
amaestrados.
El reloj atenúa sus eléctricos pasos
al compás de la música.
Las paredes simulan protegernos del mundo;
los objetos triviales alcanzan
dimensiones secretas.
Se espesan los silencios
como una densa niebla.
-Tensa espera que aprieta su soga
sin piedad sobre el cuello
de un antiguo temblor-
Intuimos de golpe nuestro etéreo destino,
lo que tanto temimos se revela y nos habla
con febriles palabras;
se agita, reivindica
su lugar en tu cuerpo
-entidad microscópica
que infecta lentamente
de sombras el cansancio-
Tejemos una colcha de futuros perfectos,
sacamos de un cajón polvoriento
los oxidados huesos
de una errática estrella.
Todo va bien
– pronuncian, rebeldes, nuestros labios.
Cubierta de polillas,
la voluntad dobla su espinazo.
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