viernes, 13 de marzo de 2015

La luz intuida


Podrían caber miles de espectros en un verbo solo,
larvados azules gestándose
como un dios alado 
de pálpitos,
pero prefiero las oscuras notas de un mar
intuido
donde los violines afinan su llanto sobre arcos
de ausencia;
el temblor de un gesto apenas esbozado
en los pliegues del tiempo.

Podría encender con tu nombre
futuros inviernos,
derrocar
las entrañas agrias del gris cotidiano,
desgarrar con uñas de luz
la noche más densa...
pero la cordura se sienta a esperarme
tras los ecos rotos,
sostiene con térreas manos la flor 
decapitada y el sueño
suicida y yo veo en sus ojos mis barcos
hundiéndose.

Nombro mi país
la luz intuida,
allí arden los nombres y los versos 
vírgenes sangran
dentro de su lágrima,
sin haber rozado la piel del poema.
Allí me contemplo, me mato, renazco
en partos intensos
de promesas albas.

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