Toma prestado el color al silencio,
hazte con él un ovillo
y
escóndete
de
la desnudez de las palabras,
de
su insultante transparencia.
Hay
ruinas que nunca se pronuncian
verbos
con caries en las raíces
del
exilio y adjetivos podridos
desde
su gestación.
La
tarde se siente hormiga, sabe que
lentamente
le serán arrancadas las patitas
de
su voluntad,
que
lentamente se hundirá en el fango
de la memoria
de la memoria
y
todo intento por salir de su grito
será
inútil.
Ahora
es agridulce el olvido, amarguea,
sacude su mantra de hielo,
desea
prostituirse en los burdeles
de
la luz,
y
se desangra
mientras
tú
vas oscureciéndote
y
el bosque enturbia sus laberintos verdes
en
el corazón de mis neuronas,
donde
anteayer era verano
y no podíamos
sospechar
que ya no se
regresa
de los pantanos
de la decepción.
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