Uno y uno:
dos cuerpos, dos miradas, un solo Ayer
cien sombras en cien vasos de fe,
un camino, cuatro risas,
tres mundos
ocho lágrimas rojas.
Una sola raíz.
Ningún olvido.
Di, noviembre,
¿Cuántos sueños arrojados
en tres metros cuadrados de vacío?
En veinte dedos de ausencia
¿cuánto dolor no cabe?
Escucha,
el ocre de sus manos
me sueña,
trenza mis ojos amarillos,
se tiende
a la sombra de mi violín quebrado,
mira,
su ternura sembrándose bajo el rosal
profundo
de un tiempo en carne viva.
Ven, noviembre
vísteme con el traje de sus voces;
alumbra
este páramo con un fuego de infancia
y muéstrame
los astros que sonríen más allá de
este sol.
Asómate
radial, tajante, vívido.
Descálzame de agujas.
Que tu sangre lúcida
alimente
mis raíces recónditas.
Profana
una vez más
el mármol del eterno silencio
para que yo Amanezca.
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