No vengas, reina oscura,
no vengas
a sentarte
en mis ángulos grises
e irradiarme de límites;
no traigas tu tintero de penas, tu sangre cegadora,
tus violines de esparto.
No siembres caracolas en las tumbas
del aire.
Véndame los ojos del corazón,
si quieres,
arranca
las espinas profundas de mi lengua.
Maldice a las palomas que picotean la luna.
Permíteme la Sombra, su canción insondable.
No te llamé.
No vengas.
Quiero seguir jugando con mis cuencas de humo.
Seguir dando vueltas y vueltas a una noria de olvidos.
Tantear lo invisible,
devorar lo intangible.
Saberme
la gallinita ciega
que ignora los espejos
de tu grito de lodo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario