Lanzó
un barco de humo
a atravesar los ríos
del silencio.
El viento dispersó
su carne etérea.
Espoleó
un caballo verde
sobre llanuras ocres,
oxidadas:
bajo sus pasos
se agostaron
las semillas de luz
que iba tejiendo
lentamente el esqueleto
de la tierra.
Luego
envío un haz de esporas
diminutas
a través de la cuenca
del olvido:
las devoraron
los pájaros del agua.
No se rindió.
Tiñó su voluntad
de suicida espuma
y se arrojó en picado
sobre el sol.
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