jueves, 27 de marzo de 2014

La antepenúltima primavera




















Si aún fuera posible mudarle al tiempo
el rictus de la muerte,

descender
hasta el valle

de la antepenúltima primavera
antes de la hecatombe,
antes del día
que te cerró los párpados
y confirmó la inercia
de las flores
a caer,
a ser  vestido de tu cadáver,
a embriagar de olvido
un corazón palpitante de ternura,

ahogado por el incienso
del sacrificio.

Si fuera posible no pensar,
porque pensar es cavar más hondo,
más hondo
la fosa de la noche,
convocar a los fantasmas
que al fin descansan
de esta lucha sin tregua
que es la vida. 

Si pudiera
rescatar
el último resquicio de luz,
perpetuarme en sus espejos 

insepultos,
ser un poco tú
para creer que,

a medio camino del viacrucis,
la fuente del milagro
puede brotar
a golpe de esperanza.

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