martes, 25 de marzo de 2014
Colibrí de arena
No tengo excusa.
Me dejé crecer uñas en el alma
y púas en la lengua,
y hasta cuchillos etéreos en las manos.
No tengo excusa.
Arranqué a los gorriones su ternura
con la piedra del resentimiento.
Tatué un dolor
en las entrañas de la herida
y luego me vestí de pretextos,
me embadurné del barro de la razón
para no arrancar la costra
que protege mis sombras infantiles,
para no exponer al viento
un corazón en carne viva.
No tengo excusa,
salvo que mi voz,
a veces,
no es mi voz,
sino la voz de un colibrí de arena
que tiembla bajo su aura diminuta,
revolotea entre flores imposibles
y se oculta de la luz que lo devora
bajo siete llaves de tiniebla.
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