jueves, 9 de enero de 2014
Gravedad
Me enseñaron
que la Gravedad es ley,
que los pájaros mueren de sed o de frío
o de tristeza
si no sueñan un vuelo azul que los alumbre,
que la tierra atrae hacia su vientre
los cuerpos con sus sombras,
que toda Ilusión es vulnerable
y se derrumba
cuando la campana del fin anuncia la hora álgida.
Nadie me dijo
qué hacer con esas lágrimas nunca derramadas,
dónde comprar una sonrisa que no hiera los ojos,
o una pregunta que roce la lengua de la eternidad,
cómo extraer una a una
las piedras que pesan en el alma,
o cómo usarlas de pedernal
y encender un fuego
cuando aúllan las dudas y sus lobos terribles.
Solo el instinto sabe
que hay que plantar jazmines
sobre la calavera del invierno.
Hundir en la garganta el muro del orgullo
y dolerse de todas las heridas,
olfatear las huellas profundas de la luz,
hasta eclipsar
los ochenta suicidios por minuto
que todo corazón genera en su caída.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Es una poesía profunda y preciosa, Rosa. Un abrazo, amiga.
ResponderEliminarMuchas gracias, Vicente. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminar