domingo, 12 de enero de 2014
Aquello que me nombra
Hoy me transformo en aquello que me nombra,
y me nombra el adagio de un relámpago
que reverdece las costas de la ausencia.
Hoy mi ser es pleamar
de un solsticio
anudado a la piel de la memoria,
y hay peces empeñados en fundirse
en mis ojos hondos de infancia.
Hoy la sangre ensancha
su avenida en mis venas,
os llama,
se hace gesto de mano tendida,
proclama
vuestros nombres germinales al viento,
afila
las crestas insensatas de la fe,
inyecta en mi ser ecos tardíos
de una rebelión adolescente.
Vosotros,
que me sobrevivís
muerte tras muerte
drogando los zumbidos
que incendian las colmenas del dolor cotidiano,
padre-madre-semilla,
voz profunda,
raíz de luz cordal.
No- muertos invasores
de mis horas más pálidas:
vivid
en mis heridas
cuando el silencio se obstine en propagar
un réquiem
por mi maltrecho corazón de niña.
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