Arcilla
me nombraron sus labios
en la hora de la iniquidad,
carnero ungido
por la desolación del sacrificio.
Corté la luz
de un tajo
Hablé lenguas de sombra
atornilladas a la melancolía.
Piedra
apellidaron
al papel mojado de mi alma,
cuando la ictérica yedra de la muerte
infectó cada hueso del destino.
Salté el luto del tiempo,
sus airadas agujas,
liberé las preguntas que ardían
bajo la ira de mis uñas.
Me despoblé de conchas,
de espectrales raíces,
del yugo de los dogmas,
de sus pupilas burdas,
de sus Miedos.
Y le crecieron espigas
y manos aladas al silencio
y,
al fin,
fui Yo... desnuda de alcanfores,
descorazada de números de abismo,
al fin
la rosa azul
mendigó su corona
entre los genes grises
de mis venas.
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