domingo, 10 de noviembre de 2013

El espantapájaros


 

El viento susurraba
una canción de piedra
sobre el campo.
Anudaba a diario
a su cuello
pronombres eremitas.

Abalanzó,
de pronto,
pájaros de cristal
contra su pecho
que se quebraron 

en la ira
de sus picos.

El espantapájaros
sentía 

en su carne de paja
las fauces
de las bestias del tiempo.
Una ausencia de plomo
rellenaba los huecos hondos
de su alma.

Y dejó
que le arrancaran los brazos;
entregó hasta sus ojos
para salvar los granos
recién nacidos en la tierra.
Entregó
hasta el último estertor
de su inocencia
para  engrasar la maquinaria de la Vida
en el sacrificio
de su crucifixión.

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