martes, 25 de junio de 2013



MONTEARAGÓN
 
Bajo una luz de siglos,
cosida tu silueta al horizonte
lloras, rey destronado,
tus palabras de piedra.

Dientes de siglos
molieron
los huesos de tu orgullo,
tu  desolada lengua
de espadas y misterios,
tus guerreros de sombra
que custodian olvidos.

Ya no hay héroes ni tronos
ni épicas batallas
ni manos
que tallen en diamante
ese destino
de parda roca pétrea.

Tan solo la montaña
vela
tu insomnio centenario.
Solo el cierzo
te canta
promesas al oído.

Han bebido mis ojos
tanto tiempo
tu rostro
de vetusta tristeza
que echaste raíces
en mis pupilas huérfanas
y has vertido en mi sangre
la luz deshabitada
que planea en las copas
de la tarde
y seduce el silencio
de los pájaros,
y me enfrenta
día a día
a tu rostro
de dios vencido y firme.










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