jueves, 28 de marzo de 2019

Cuestión de perspectiva



Quién nos iba a decir que todo era cuestión 
de perspectiva.
Desde el ángulo opuesto a mí misma no lograba encontrar rastro
de tu sombra,
tan solo percibía el quejido ronco de la desesperación flotando 
en el vermouth de los domingos
o tropezaba con los pies de tu orgullo 
y caía de bruces al suelo
manchándome las manos
de impotencia.

Jugamos a recorrer el mundo en cien metros cuadrados,
dimos trescientas sesenta y cinco veces siete vueltas 
a la misma mentira
hasta que las distancias inflamaron el profundo oleaje
de la soledad.
Entonces pude verte por primera vez desnudo sin la cera 
del miedo.

Ahora que el animal oscuro apacigua sus garras
y se tumba en tu pecho,
un halo frío se acerca a susurrarme palabras de metal,
a desposeernos del árbol arrancado con esfuerzo
a la infancia.

Quién nos iba a decir, hermano,
que nuestra casa era un nido de barro
al que pudrió la lluvia,
que todo cambia sin saber cuándo ni cómo,
ni por qué.

Quién nos iba a decir
que todos los esfuerzos, que todos los suicidios,
caerían al abismo por sí solos;
que el tiempo poda las raíces más profundas.

Que todo es simplemente cuestión
de perspectiva.

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