Puesto que
estás mirándome,
arrojando
destellos de oro a través del cristal.
Puesto que
no resulta fácil degollar tu voz sepia
y ocultar
su cadáver
en la
simplicidad de un gesto, entre las flores
pálidas
del día,
en la luz
que reclama el beso puro
de la infancia,
en la piel,
en la
risa...
he venido a
retarte, sombra hermana,
tan mía.
Puesto que
tú eres yo y toda mi locura es un suspiro
tuyo,
vengo a
decirte que hay más verdad en el fluido gris
del asfalto
que mancha los pulmones
de certeza,
que en
todos los enjambres que proclaman
el
prolífico reino de tu verbo;
hay más
poesía buceando en los huesos dormidos
de esta
desangelada habitación,
en el
álgebra de un pensamiento simple,
mucha más
paz
que en el
dorado tacto de tu noche.
Puesto que
eres esa nana oscura
que mece el
llanto de mis llagas,
y
meciéndolo lo hace sangrar de ayeres
encendidos,
déjame
descansar de ti,
dormir
sobre las teclas de lo cotidiano,
libar su
térrea música, olfatear su perfume
cruento.
cruento.
Nacen más
pájaros en mí
cuando te
niego,
cuando no
alcanzo a definir
el ámbar
de la melancolía.
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