Perdóname si hoy no he sangrado,
si no he tenido tiempo de morir un
poquito.
He estado en otras cosas.
Me urgía vestir la tarde de reloj
para cuadrar
las cuentas
las cuentas
del abismo, tantear el binomio de los
ángeles,
desvirgar una a una las estrellas,
arrojar al infierno las libélulas.
Bien sabes mi vocación de canto
rodado bajo el cielo.
Bien sabes que siembro raíces de
uralita
para no hacerme añicos,
que puedo amedrentar a las lágrimas
sin rozar
sus cabellos siquiera.
El caso es que hoy no te he pensado,
amor,
y ya ves, ni un rasguño,
ni una mínima sombra,
ni un verbo donde mecer tus pájaros
ausentes.
Perdona si hoy no he tenido tiempo
de quebrarme.
Si no he vuelto a morir mientras no
me soñabas.
La ausencia del drama convencional encierra paradójicamente su propio e idiosincrásico drama en esta misma ausencia, pues me hace pensar qué sucede en el interior de la protagonista del poema para ya no estar dispuesta "a quebrarse". Cuántas heridas, cuántos caminos o qué nuevos senderos se han cruzado en esta nueva distancia.
ResponderEliminarMil abrazos, Rosa.
Cristián
Hola, Cristián,
ResponderEliminarHe intentado (con mayor o menor acierto) retratar esa convulsión interior que produce la ausencia y el desencuentro amoroso, y la inútil lucha de la razón contra los imbatibles argumentos de nuestras emociones.
Gracias por llegar siempre hasta mi rincón, querido amigo.
Abrazos.