domingo, 8 de mayo de 2016

Luna Nueva



Si no fuese por esa música de alondras
que reclama a las hidras de mi lengua,
hubiese preferido el cero a solas, a secas,
un cero masticable, con las espinas justas
para digerir la soledad;
un cero sin aludes de palomas,
sin hebras de campana
picoteando el magma que arde en las ubres
del silencio
cuando el silencio es una víbora de fuego
que incendia el mar en paz de la palabra.

Hubiese sido menos arena, más piedra, más vacío,
menos lágrima,
si estas uñas carecieran de latidos.

De un extremo a otro de mis sombras
un violín afina su ensangrentado corazón.
Su música es un collar fósil
para mi frágil cuello de paloma.

De un extremo a otro de mis sombras
un vuelo azul lacera la ira
del relámpago.

La luna nueva instala sus espectros
en el intermitente reloj
de las ausencias.





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