Trepa, reina maga, trepa por la cucaña.
No tengas prisa por llegar:
mira que aún es temprano para las
mantis,
mira que los caminos rectos llevan
tacón
de aguja,
taconcitos ansiosos como los tuyos, que
azotan manos,
que imponen tumbas, que abaten sueños.
Trepa y relame tu triunfo con
lengua bífida
cuando estés ya muy cerca de un cielo
pútrido.
Ya verás que te aguarda la miel y el
cetro.
Sentirás a cientos de hienas oler tu
sangre.
Deja de señalarme el camino único, el
recto camino
de la cucaña,
Ahí no me esperes, ¡ah, no!
querida mía;
bien lo sabes:
soy un ave con piel de sombra.
Entonces,
deja que te responda
como a Neruda
con mi silencio,
o simplemente
mi asaetado índice
mire hacia el norte
para decirte
que mi voz se ha rebelado
contra tu mantra.
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