"Pronto
amanecerá"
-sueñan los pájaros-.
Las
abejas ya almacenan un polen
de alcanfor
sobre
el hígado marchito
del silencio.
"Pronto
amanecerá"
-gritan
los hijos del abismo-.
Un vómito de miel aventura
la
preñez
de las muñecas de trapo.
Sin
embargo, los duendes
aún
ciñen mi cintura a una veta de mármol,
y
no sé,
no
puedo despeinar este viento de docilidad
y
enrolarme en la rebelión
de
las marionetas.
"Pronto
amanecerá"
-corean
los grillos de la estupidez
en
mi cerebro somnoliento
adoquinado por trombos
adoquinado por trombos
de
ternura macilenta y escarcha
devenida
en palabra-.
Un
gramo de locura -suplico-;
una
taza de afiladas preguntas
para
regar con su limbo ensangrentado
la infértil avaricia
de mis manos.
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