domingo, 11 de enero de 2015

Si pudieras...



Si pudieras mirarme desde tu infinito
silencio;
si tu alma viajara por el mar de mis venas
y llegaras a hundirla en las branquias
de sus peces opacos
y al fin  reconocieses mi rostro
más profundo,
ese que nunca pudo definir tu azul de niña,
tal vez comprenderías
el agujero negro que nos fue creciendo en la frente
del cielo.
Verás
que un día amordazamos todas las palomas,
encerramos la mariposa blanca
en un frasco de azufre
y vinieron las moscas del vacío a vestir 
de luto nuestros salmos.
Si al fin vieras el vaso medio lleno 
de pálpitos;
si hubieras invertido la oración del silencio,
dado el nombre exacto al color de las cosas
que sangrando nos miran...
Yo las miro a los ojos, ¿sabes?
he aprendido a quererlas
y ellas acarician mi sombra con ternura,
me apartan del rostro los cabellos
blancos por la nostalgia,
     y dejan que fornique
     de fracaso en fracaso
     con algún que otro sueño.
Si estuvieras aquí,
si regresaras del país
del que no se retorna
podrías seguir cavando conmigo
palmo a palmo todos los inviernos,
ahora
que soy capaz de inventar por él,
 por ti,
la primavera;
ahora
que bautizo de verde
el gris de nuestras lágrimas.










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