martes, 6 de enero de 2015
Medianoche
Era siempre medianoche
¿lo recuerdas?
A la hora del alba,
a media tarde
en las siestas del cielo y el infierno.
Tocaba acordes de fuga la memoria;
sembraba entre los labios vencidos
la canción de la ira:
medianoche sobre nuestras manos
holladas
de tanto sembrarse entre los páramos;
medianoche sobre el segundero de nuestra voluntad
doblegada
por el terrible alcohol de la impotencia.
El invierno secaba su cerebro de nieve
entre las amapolas heridas
del silencio.
Los dos reconocíamos
el aroma que tiene la derrota;
creíamos
que las hadas del canto se habían extinguido
para siempre.
¡Mira!
Al fin
una flor abierta
en las trincheras,
la cicatriz lamiéndonos las tumbas
de incomprensión, el silencio desollando
sus criaturas sombrías.
Era siempre medianoche sobre los tejados
del insomnio
Las palabras rehuían nuestro idioma de cristal,
y ahora nos brilla en los ojos
el verde de la infancia.
Hemos repoblado de ninfas
los abisales bosques del suicidio
y el camino se ensancha y multiplica la luz
sus continentes;
extiende al fin
un manto blanco bajo nuestras sonrisas
moribundas.
La luna era una pálida sombra
de nosotros,
El eco devolvía el ácido coro
de la medianoche.
¡Qué oscuras brotaban las certezas!
¿recuerdas?
Pero hace ya tantas y tan lejanas
muertes...
Ahora el presente alza su copa al cielo
y nos redime.
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