miércoles, 28 de enero de 2015

La hora


Es la hora convenida de la lucidez,
el instante en que prendemos
la pira
que incendia rituales de pulcritud
Y voy despojándome de este cuerpo sonámbulo,
después de masticar lentamente mi sombra más pálida.
Es la hora del choque
de galaxias, el instante 
donde todo amanece y anochece de golpe.
Voy a  tumbarme sobre la flor que sangra,
a respirar su vómito oscuro,
a reventar el globo del silencio 
en mis llagas.
Tal vez hoy
sólo recueste mi cerebro dopado
sobre el sofá y encienda un silencio 
tan hondo
que no puedan descifrarlo las palabras.
Quizá
este poema sea la piel de un espectro
y no existan  puentes tendidos
 de mi voz a tu alma.

¿Cuántas veces habrá de morir la serpiente?
¿Cuántos duelos, cuántas noches los cuervos
de la verdad
picotearán las alas del pájaro vencido?

Es la hora... la hora. 




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