¿Quién eres, sombra, que ardes tras
las pupilas
huérfanas, siguiendo las pisadas de una aurora limítrofe?
huérfanas, siguiendo las pisadas de una aurora limítrofe?
No,
no escuches
el drama que se gesta en el ombligo del
cielo;
disfrázate de gloria,
encripta las espinas de tus peces
azules en un código de humo,
amordacemos la lengua de la luz, violemos sus adagios con falsas primaveras.
Nada temáis:
coseré el avispero de la noche a su
sombra,
hijos míos.
Nada temáis,
he tejido este árbol de nadie,
este pozo de risas,
para podar las ramas del temblor que
se agitan
en el alma de un verbo.
Ahora, creedme:
¡Qué hermosos hijos de cera
parirán nuestras máscaras!
El mundo ya está lleno de hijos de cera que han parido miles de millones de máscaras. Precioso, poema, Rosa. Un abrazo hasta su linda Huesca.
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo. Otro abrazo grande para ti.
ResponderEliminar