No,
no
quiero alimentarme de fe momificada,
de
noches mendicantes, de bacterias de sombra
que enferman las colmenas hostiles
del cansancio,
del
gris que se amotina contra el iris y siembra
su estirpe de cadáveres a
las puertas de un sueño.
No
valléis el cercado
donde
van a pastar las reses de mi lengua.
Guardad
tanta hierba de arena para abonar mi entierro.
Las
migajas de vuestro pan de nube
dádselas al mendigo que suplica en
la calle
una
brizna de amor.
Yo
establezco mis saltos al vacío, mis cartas
las desnudo de
máscaras
las
arrojo a la mesa del mundo
y
las someto a su voracidad.
Ellas
son mi bandera
mi suicidio
mi
canto.
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