sábado, 2 de agosto de 2014
La mujer sin rostro
Tanto morder los hígados del cielo; tanto lanzar avispas
contra el panal del tiempo
¿Para qué?,
si me bastan estas cuatro paredes de cristal y ceniza, este círculo
de airada luz, sus caballos de tiro
enjaezados de bruma; me basta el brillo de sus ojos de almendra
para sedar al gusano que roe la hiel
de mis delirios.
Aquí
soy solamente ese pájaro a tiro en el blanco de la herida,
soy la mujer barbuda en la feria del viento
que contemplan los niños curiosos; el débil monstruo
que anochece doliéndose
ante los ojos de los enamorados:
- Mira, cariño, es la mujer sin rostro,
tu niña ciega, domesticando a los pájaros
del grito; ¡qué lástima!
ha vuelto a salpicar su llanto rojo mi vestidito
de nubes.
Ven,
todavía es temprano,
vayamos a fundar un país en la tasca
del beso-.
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