Amanece
y sigue anocheciendo entre mis sábanas.
La soledad mantiene aún su aspecto
de hiena adormecida,
Amanece
y descuelga del techo de mi cuarto
una tela de araña,
y una mariposa blanca como la muerte
se enreda entre sus hilos.
Amor,
hemos estrangulado cientos de amaneceres
con nuestras propios miedos,
apuntalado el viento para que no disperse
los huesos del ayer,
pero la vida bulle del magma que alimenta
a los peces subterráneos.
Mejor mordisquear la tentadora carne
de un cálido futuro,
dejar que se desangren las sombras
que nos velan,
aguardar
a que el presente arroje
al muladar del tiempo
sus excrementos ácidos...
y palabras de fuego que la tierra devora.
Hay polillas que incendian sus alas
cuando el viento las besa,
y termitas de luz para cada palabra
que no sabe gestarse más allá de las venas.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBellísimo poema y el último del blog hasta la fecha que marca tu huella de siempre; imaginación rayana en lo onírico, sensualidad y fuerza-fragilidad femenina. Los posteriores poemas son más biográficos en un sentido emotivo-material y biográfico. Pero me resulta más fácil entrever el reverso de tu interior en frases liberadas como;"el presente arroje
ResponderEliminaral muladar del tiempo sus excrementos ácidos" "apuntalado el viento para que no disperse los huesos del ayer", "Hay polillas que incendian sus alas
cuando el viento las besa". Para mí resultan más esclarecedoras que cualquier ajuste emotivo-racional. En especial, esa escultura del alma que es la mariposa blanca atrapada en la telaraña, arriba en la opresiva pared.
Abrazos, querida Rosa. Poeta.
Cristián.
Hola, Cristián:
ResponderEliminarMe alegra mucho volver a encontrar tu huella en mi blog. Y sí, los poemas siguientes son menos oníricos de lo acostumbrado, pero sentía la necesidad de darle un giro a mi expresión poética.
Gracias por dejarme tu valiosa opinión, querido amigo.
Abrazos.