Jamás la vi.
Solo intuía su aliento
a sombra
cuando la mencionaba la noche,
su aliento a pájaro
cuando la luna hundía su pico
de pergamino
bajo doradas sábanas
de infancia.
Mitad vampiro, mitad ángel
creció
bebió de mí,
conmigo sangró, fagocitó raíces de
cristal.
Latente
su prolijo corazón
bajo la inquieta tumba de mis manos.
No sé su nombre,
pero me sabe a pozo, a temblor,
a relámpago;
no sé su nombre,
pero alguien la menciona
y la tarde espolea un grito
y un pájaro se posa
sobre el cristal dormido del silencio,
y llueve como siempre
la ternura,
y llueve como nunca
la negrura,
y una quimera esboza
su esqueleto de aire
sobre mi desgajada voluntad.
En las ramas del viento
reposa su voz estremecida,
aguardando
una brecha en la mudez de la muerte.
Ella acude,
me llama por mi nombre de sauce
y mis raíces lloran escarcha
de palabras,
sacuden su misterio
sobre la blanca tierra
de una promesa
y arde la luz callada,
luego
retorna la calma, el sueño,
el abandono
y vuelven a brotar en mi tumba las
flores
del invierno.