jueves, 29 de enero de 2015
La nube
Finjan que no me han visto.
Sólo pasaba por aquí
y vi caer una nube infinita
ante mí,
la vi vestirse de gala, peinar
su destino al viento.
Quise acompañarla en un baile de alas,
enredar mi voluntad en su espesura.
La atraje con mi sangre, con mis manos,
con mi sangre
allí,
frente al pozo donde la luna
escancia su corazón de plata.
No se levanten, por favor.
Ya me iba.
Es tan solo que hace un instante vi la nube, su cabello herido
por el rayo, la ceniza elevándose más alta,
más alta, más lejana...
Finjan que no me han visto.
que tal vez nunca estuve.
Que no existo, siquiera.
miércoles, 28 de enero de 2015
La hora
Es la hora convenida de la lucidez,
el instante en que prendemos
la pira
que incendia rituales de pulcritud
Y voy despojándome de este cuerpo sonámbulo,
después de masticar lentamente mi sombra más pálida.
Es la hora del choque
de galaxias, el instante
donde todo amanece y anochece de golpe.
Voy a tumbarme sobre la flor que sangra,
a respirar su vómito oscuro,
a reventar el globo del silencio
en mis llagas.
Tal vez hoy
sólo recueste mi cerebro dopado
sobre el sofá y encienda un silencio
tan hondo
que no puedan descifrarlo las palabras.
Quizá
este poema sea la piel de un espectro
y no existan puentes tendidos
de mi voz a tu alma.
¿Cuántas veces habrá de morir la serpiente?
¿Cuántos duelos, cuántas noches los cuervos
de la verdad
picotearán las alas del pájaro vencido?
Es la hora... la hora.
domingo, 25 de enero de 2015
Caballos en el ático
Cuando el aire sabe a plomo
en las gargantas de los
anochecidos
y el sudor de las flores
asciende en la canícula
del tiempo vapuleado y golpea la
higuera
de las horas vencidas,
de las horas vencidas,
siento cómo relinchan caballos
en el ático,
cómo templa el aire un himno
de alfileres
sobre mi pensamiento.
Y me veo partiendo el pan de las
ausencias,
cavilando tinieblas,
preguntándole al cielo
porqué ha decapitado a todos
nuestros ángeles.
Cuando el veneno que contiene mi
alma
emerge desde un géiser amargo,
y desborda las alcantarillas del
dolor
y las cubre de excrementos de
luz,
y oxida las aceras de la
esperanza,
vuelven los caballos a reventar
mis sesos
sobre esta alfombra salpicada
de inviernos,
salpicada por la sangre
borboteante
de aquellas palabras que jamás
se pronuncian.
lunes, 19 de enero de 2015
Cuando llueva el sol
Cuando llueva el sol,
cuando
un nimbus de llanto
pellizque
a destiempo
su
espíritu de estrella
y
arroje a tu rostro los pétalos
de
la ira
y
se columpie
sobre
la faz de sus temores,
entonces
te
veré
descender
nuevamente
una
a una
todas
las escalas del silencio.
Te
sentarás bajo el porche
de
cualquier verdad ensangrentada,
encenderás
un fuego fatuo
que
espante a las fieras
del
olvido
y
cuando ya no queden luces en el cielo
que
adorar
vendrás
de nuevo a beber el veneno
del
misterio
de
la copa de un poema polvoriento.
Cuando
llueva el sol
un
compás de tinieblas,
verás
que al final de la desdicha
una
luciérnaga alzará
su
minúsculo faro al infinito
para
no perder sus pasos
ni su alma.
ni su alma.
Te
sentarás a observar la noche de su canto
hasta
que el alba embriague la cordura
y
el astro rey vuelva a proyectar
los
rayos de su destino
en
tus cabellos.
domingo, 18 de enero de 2015
Aguijón
Un día vino a sondearme el
silencio:
"anestesia a los pájaros del
temblor,
córtales las gargantas
e injerta en ellas algún lirio
de paz,
un pensamiento efervescente
o el cadáver mutilado de un
poema,
y deja ya de sangrar
las amapolas".
No puedo vivir
sin la caricia de su aguijón.
Sin esa ortiga salvaje que
atraviesa
de luna a luna
el cuerpo opaco del misterio.
Tal vez alguien comprenda...
alguien aguarde al al otro lado
de mis túneles.
Escarbe con su mirada
honda cada pasaje agónico, cada
región
de llanto.
Tal vez cicatricen sus heridas
en la pureza de mi barro
ensangrentado
y su limo fértil aminore el
cauce del cansancio.
Tal vez halle respuestas que sean
vapor de ausencias
y se retroalimenten con preguntas
incendiarias
o cenizas de sal que reverberen
al tacto febril
de la palabra.
Tal vez yo misma me alimente tan solo
de mi búsqueda
y sea también
pasto del hambre de quien sabe despeinar las hojas caducas
del silencio y doparse con el
pan
de una promesa...
domingo, 11 de enero de 2015
Si pudieras...
Si pudieras mirarme desde tu
infinito
silencio;
si tu alma viajara por el mar de
mis venas
y llegaras a hundirla en las
branquias
de sus peces opacos
y al fin reconocieses mi
rostro
más profundo,
ese que nunca pudo definir tu
azul de niña,
tal vez comprenderías
el agujero negro que nos fue
creciendo en la frente
del cielo.
Verás
que un día amordazamos todas
las palomas,
encerramos la mariposa blanca
en un frasco de azufre
y vinieron las moscas del vacío
a vestir
de luto nuestros salmos.
Si al fin vieras el vaso
medio lleno
de pálpitos;
si hubieras invertido la oración
del silencio,
dado el nombre exacto al color
de las cosas
que sangrando nos miran...
Yo las miro a los ojos, ¿sabes?
he aprendido a quererlas
y ellas acarician mi sombra con
ternura,
me apartan del rostro los
cabellos
blancos por la nostalgia,
y
dejan que fornique
de
fracaso en fracaso
con
algún que otro sueño.
Si estuvieras aquí,
si regresaras del país
del que no se retorna
podrías seguir cavando conmigo
palmo a palmo todos los
inviernos,
ahora
que soy capaz de inventar por él,
por ti,
la
primavera;
ahora
que bautizo de verde
el gris de nuestras lágrimas.
martes, 6 de enero de 2015
Medianoche
Era siempre medianoche
¿lo recuerdas?
A la hora del alba,
a media tarde
en las siestas del cielo y el infierno.
Tocaba acordes de fuga la memoria;
sembraba entre los labios vencidos
la canción de la ira:
medianoche sobre nuestras manos
holladas
de tanto sembrarse entre los páramos;
medianoche sobre el segundero de nuestra voluntad
doblegada
por el terrible alcohol de la impotencia.
El invierno secaba su cerebro de nieve
entre las amapolas heridas
del silencio.
Los dos reconocíamos
el aroma que tiene la derrota;
creíamos
que las hadas del canto se habían extinguido
para siempre.
¡Mira!
Al fin
una flor abierta
en las trincheras,
la cicatriz lamiéndonos las tumbas
de incomprensión, el silencio desollando
sus criaturas sombrías.
Era siempre medianoche sobre los tejados
del insomnio
Las palabras rehuían nuestro idioma de cristal,
y ahora nos brilla en los ojos
el verde de la infancia.
Hemos repoblado de ninfas
los abisales bosques del suicidio
y el camino se ensancha y multiplica la luz
sus continentes;
extiende al fin
un manto blanco bajo nuestras sonrisas
moribundas.
La luna era una pálida sombra
de nosotros,
El eco devolvía el ácido coro
de la medianoche.
¡Qué oscuras brotaban las certezas!
¿recuerdas?
Pero hace ya tantas y tan lejanas
muertes...
Ahora el presente alza su copa al cielo
y nos redime.
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