viernes, 25 de junio de 2021

El limbo de Peter

 


Hace tiempo que se detuvo el tiempo

para Peter.

Hace tiempo que Campanilla

selló sus alas a la tierra

y ocultó la luz de sus arterias

para no ser herida por las sombras,

quedando atrapada en una jaula

de cien metros cuadrados

de silencios.

Su voluntad fue devorada

por el óxido de la mediocridad.


La nave de Peter

prosigue su trayectoria circular

sobre un cielo caduco e incoloro.

A sus pies

flotan esqueletos

de extinguidas estrellas,

vestigios indelebles

de un mar denso y salvaje,

hoy ya domesticado.

Nievan cartas a diario

sobre una triste mesa

Vocifera a cada instante

el teléfono;

los documentos oficiales

parecen inquietarse

por el lento tic-tac de las horas

y se atrincheran

en las estanterías.


Peter no se inmuta;

los mira,

sonríe.

Le divierte que sus sobrias palabras

amarilleen al sol

como huesos de muertos

expuestos al polvo

del olvido.


Campanilla despertó del coma

una ardiente mañana de verano,

decidida a roer el infinito...

-Peter,

Campanilla

se fue.

La ebriedad de la aurora

estalló en sus pupilas-.


Él no responde.

Odiosamente sobrio,

prosigue la calculada ruta al penúltimo bar,

camuflados sus miedos en un traje

de humo,

esquivando un día más

con absurda pericia

la empedrada cuesta

de las interrogantes.

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