martes, 29 de octubre de 2019

Poliedros


 Los ojos
 se van aclimatando a la insolente blancura.
Las manos 
  intentan esbozar  sobre el teclado 
        el contorno fugaz de una verdad
con palabras de viento.
A veces pisan charcos de sombras;
otras, se estremecen,
        reviviendo un drama cotidiano
y abandonan su frustración
sobre los ángulos romos 
de una luna menguante.

Ahora vibra un rectángulo sobre lira
de la emoción salvaje;
Un triángulo 
se despoja de una de sus aristas 
y deja que penetre en él una aura
de fuegos fatuos,
de luces incendiarias...

Los poliedros 
se sorprenden del nulo equilibrio 
 de las figuras planas,
de su falta absoluta de destreza
sobre la cuerda floja de  la vida.
Aplauden 
su disposición a derramar el semen
de la locura 
sobre una tierra que tiembla bajo sus pies
dactilares
e imaginan la estampa 
de un futuro cadáver
amarilleando el virtual y demacrado asfalto.
Sacuden de sus huesos la nostalgia,
y se dan a la fuga
en el preciso instante en que empieza a sangrar
 la tinta
del último suicida. 



jueves, 24 de octubre de 2019

Función de noche



Cada vez que te marchas se cierra la flor
del instinto
y no me queda sino esperar a que la noche 
hipnotice mis párpados.

 Trato de asesinar 
la telaraña letal del silencio
  pero una colección de insectos moribundos
acuden a engrosar sus entrañas.

Se reabre el telón:

Estoy sentada al filo del abismo,
soportando 
la distante embestida de unas lámparas frías
que simulan ser ojos
(¿Por qué compré dos ojos 
que simulan ser lámparas apuntando 
a mi cráneo?)

Pasan frente a mí las horas en una danza 
inversa;
pasa tu cuerpo por el mío, pasa tu lengua 
por mi lengua;
pasan muertos muy vivos, cadáveres de estrellas;
la luna entra en mi cuarto
oscuro,
luego acude la ya lejana infancia a bendecir  
  mi cuello  con guirnaldas 
de ponzoñosa miel.  

Se cierra el telón.

Abre el silencio la puerta:
No estás.

Los ojos de nadie siguen acribillando
        la sombra que habito

 

lunes, 7 de octubre de 2019

Espectro

   Cada vez que la miro
   me interroga 
   con su pálido silencio.
   No le importa el color de mi fatiga
   ni si el reloj apunta en ese instante a mi cabeza  
  con flechas  rigurosas.

   Presiente que anhelo su mágico tacto,
   que logrará reflejar casi toda mi sombra  
   en sus pupilas   espectrales
  
   “Ven...
    deletrea en mi cuerpo cada uno de tus sueños, 
    pisotea este letal vacío
    con dedos incendiarios.
    Sobre  mi piel tatuada de negras avenidas
    vibran flamantes signos 
    que se pliegan a los caprichos
    de tu voluntad”.
    
     Y mis manos se dejarán seducir 
     por su plástico tacto
     e irá gestándose, a golpe de palabras, 
    una  extraña criatura.

    Todavía no puedo adivinar
    la compleja mimesis de sus iris.
    Visualizo la luz enredándose en una piel de tinta,
     una sombra que escupe silencios
     a un espejo blanco...

    Morirá de otras muertes, sangrará
    en otras venas 
    y  brillará una gloria fugaz
    en su frente,
    antes de aletargarse para siempre
    entre las rocas de esa playa de olvidos 
   donde acaban naufragando
   los poemas.