miércoles, 11 de septiembre de 2019

El poema que jamás concluiste


¿Recuerdas el poema que jamás concluiste?
 comenzaba igual que casi todos:

El destino sembró espuelas sobre el cielo esa noche
en la que rugían de hambre los tractores.
Tú no eras más que un amasijo de carne y sangre unidas             todavía
al cordón umbilical de la nada.

Los búhos afilaban su mirada, intuyendo
bajo la superficie de la tierra
un huidizo temblor.

Ya entonces, el grito de tu recién nacida voz 
        era una herida abierta
sobre la blanda carne del futuro.

( luego continuabas desempolvando pálidos recuerdos)

Añorabas tu casa;
tu patria era del color de sus ojos.

( la tormenta del destino se cebó con tu signo)

El viento trajo consigo ubres negras y fósiles de sueños.

( Te lo advierto:
(¡deja ya de hurgar en el vientre del pasado con uñas de nostalgia!) 

Empecemos de nuevo:

¿Recuerdas el cuento que jamás concluiste?

Erase una vez una niña que jugó con su sombra;
la sombra se encogía  y agrandaba, 
 se filtraba lentamente cada noche por la sal
de las lágrimas...

(No, nada de lágrimas) 


Érase una vez una niña que jugaba a domesticar su sombra,
un invierno salpicado de flores encendidas, 
y un verano que reventó con su luz quince otoños
de infancia. 

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