domingo, 26 de mayo de 2019

Los peces subterráneos



Amanece
y sigue anocheciendo entre mis sábanas.
La soledad mantiene aún su aspecto 
de hiena adormecida,
Amanece
y descuelga del techo de mi cuarto 
una tela de araña, 
y una mariposa blanca como la muerte 
se enreda entre sus hilos.

Amor,
hemos estrangulado cientos de amaneceres
con nuestras propios miedos, 
apuntalado el viento para que no disperse 
los huesos del ayer,
pero la vida bulle del magma que alimenta 
a los peces subterráneos.



Mejor mordisquear la tentadora carne 
de un cálido futuro,
dejar que se desangren las sombras
que nos velan,
aguardar
a que el presente arroje 
al muladar del tiempo
sus excrementos ácidos...

Hay silencios que envenenan el agua 
y palabras de fuego que la tierra devora.
Hay polillas que incendian sus alas
cuando el viento las besa,
y termitas de luz para cada palabra 
que no sabe gestarse más allá de las venas.



domingo, 19 de mayo de 2019

Alrededor de la luz de la materia muerta



Mi entrañable enemiga:
no sé por qué te escribo esta carta-poema,
habiendo tantas cosas importantes por decir, 
tantas cosas...
verdades que se ahogan en lagos profundos
de silencio.
Me ha conmovido tu agónica silueta
sobre el entarimado de la soledad.
Pateas y pateas sin piedad el vacío,
tratando de voltear la muerte, suplicando con gesto
desesperado
un milagro improbable,
percibiendo tan solo la aséptica frialdad
de un blanco cielo de escayola.
Vieja desconocida,
¡como echo de menos
tu huella en los cristales de mi infancia!

¿Recuerdas cómo te odiaba entonces? Cuando revoloteabas, desafiante, a mi alrededor y encendías con tu soniquete mi furia, y yo trataba de aplastar tu alma, o dentro del fresco patio, cuando ardía el verano y te acercabas, sigilosa, y compitiendo con nosotros, los humanos, tratabas de degustar la fruta fresca, la suculenta carne recién horneada.

En mi ingenuidad no comprendía
el nexo que, inevitablemente, nos ligaba.
Tú, como yo, zumbamos
de tarde en tarde
alrededor de la luz de la materia muerta,
nos alimentamos de sus restos
cuando la vida no da más juego, no da más
que un pobre pasaporte a la nostalgia.
Las dos percibimos que nuestro destino
es arañar el aire sin tregua, tratar de perforar
los agujeros negros que presagian la muerte.
Mi odiada amiga:
busquemos una casa en donde refugiarnos
del frío que atraviesa los cristales
de la incertidumbre ,
de la química lluvia que se filtra
en las venas
para evitar el oscuro beso de la parca,
de los túmulos blancos
donde se posa el miedo.
¡Cómo nos parecemos tú y yo,
desesperante insecto!
Cuánta felicidad, cuanto dolor
no habremos compartido,
mi furibunda, vital, zumbona y trágica
enemiga.

miércoles, 1 de mayo de 2019

Fragmentos de memoria en blanco y negro

                    I
Si pudiera recomponer tu rostro, Albar,
sedar  con mis manos
tus doloridas vísceras,
colorear
la tez amarillenta de un rostro lacrado
tantos siglos por la cera del olvido,
hasta seguir la órbita estelar de una sonrisa
que atracó para siempre en  el puerto
de tu inicial más pura...
Pero solo encuentro despedazados jirones
de existencia,
fragmentos de memoria
que no lograron jamás sumar un solo cuerpo:
el tuyo. 

                 II
No lejos de ti, 
emergía una ciudad en blanco y negro,
una ciudad donde devotas sombras
cultivaban un hongo amargo
y daban de comer
su hiel
a las palomas.
Gárgolas de puño envuelto
en terciopelo 
cincelaban  los huesos
de la ira.

              III

Un roble sostenía los muros del ocaso,
sus raíces arraigaban la templanza 
en las venas oscuras
del silencio
cuando la tarde acallaba sus sollozos. 

              IV

Mi crimen fue fundirme en el magma
de una muerte aparente, 
disimular con un tamiz de calma
todas las cicatrices.

                V

El viento se alió con el agua 
y una luna de julio esparció
su cálido fuego
sobre mí.
Una luna de julio
se sumergió
en mi ángulo de sombra
y hoy le debo aquello que mi carne
no puede interpretar. 
Atrapo 
la ternura de un gesto, cubro
con ella las ausencias,
y me envuelvo 
en su caparazón iridiscente
cuando la noche aprieta
mi garganta.