martes, 12 de febrero de 2019

Pareidolia



Buscaba un fuego en el consumirse,
un bisturí de espuma con el que seccionar los abismos
de su desvencijada existencia,
y embarcó en una galera de tinieblas con destino
a su propia sombra menguante.

Creyó ver a la luna hundiéndose en un vaso de whisky.

Cada día, a la hora fatídica,
anudaba las cortinas del silencio
para no despertar a los cuervos
que presagian la ira.
Pero los cuervos emigraron hacia el sur un martes de invierno,
y el reloj siguió golpeando las horas con saetas de plomo.

Buscaba un fuego: un desnortado faro, una brújula ebria,
un bisturí de viento que borrara las heces de sus pasos erráticos.

Creyó ver a las aves picoteando el rostro del miedo y a los peces oscuros del silencio flotar entre las nubes.


Por un instante vislumbró  su casa, malherida por los rayos del crepúsculo. 

Quiso enterrar los huesos de su memoria rota,
y, embarcado en el humo del último cigarro,
tomo rumbo a la creciente lumbre
de su sombra. 

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