como un rayo azul de ira.
Hoy el mar muestra dientes de
escualo.
Hoy cuartean su piel embravecidas olas.
Apenas queda una onza de luz en el
arcón;
apenas un mendrugo de esperanza
podrá saciar el insomnio tenaz del
silencio.
Regresemos a tierra.
Nos aguarda la
calidez del hogar,
la ternura, el abrazo de los nuestros.
A los dos nos sedujo un imán
misterioso.
Especulábamos con islas remotas,
con extrañas criaturas
que poblaran
sus fondos salobres.
Aquello que no pudimos constatar
lo
inventábamos.
Nacieron palomas de mis manos
intentando describir el
enigma
de su alma profunda.
Ahora los peces huyen de las
redes doradas.
El vacío tiene abiertas las vísceras
y exhala un
hedor ronco
desde el lecho del tiempo.
Abra los ojos, capitán: la
tierra prometida no existe.
Mis pensamientos han quedado
mudos.
Las palomas ya no quieren brotar
de mis dedos.
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