Desplegaba su absurdo equipaje
en la canícula de las horas que
anticipan
relámpagos.
Ataviado de orgullo,
vapuleaba la espera, incendiaba los
ritos.
Descarrilaban en sus labios
las palomas.
Ellos no comprendieron jamás
la rebelión, el grito absurdo, la
redención
de los leprosos.
Y la botella de la decepción
esparció en el silencio
su líquido lamento
al ignorar el invisible tacto, la densidad exacta
de la herida.
Ahora
que hemos podido mirar cara a cara
a los lobos
del abismo,
creemos que es posible reparar raíces
de cristal,
que es posible talar uno a uno los
siniestros árboles
del bosque que nos condenó
a desconocernos.
"creemos que es posible reparar raíces de cristal,
ResponderEliminarque es posible talar uno a uno los siniestros árboles
del bosque que nos condenó
a desconocernos."
Profundo, esotérico final que exuda un realismo dramático existencial. El velo de la ignorancia es tan denso como varias centrales eléctricas en una sola pupila. La buena noticia es que a veces el cristal cae y no se rompe, como tus versos, Rosa, femeninos, bellos, translucidos y en apariencia frágiles, pero tras el final de la tormenta resistentes al abandono de la imaginación y la desesperanza, dispuestos a un nuevo combate por la belleza.
Mi cariño para ti, Rosa.
Cristián
Lo único que nos permite en muchas ocasiones sobrevivir en medio del caos es dar tregua a la imaginación, creer que somos capaces de vislumbrar algunos gramos de luz más allá de la desesperanza.
ResponderEliminarMil gracias por tu presencia una vez más, Cristián.
Abrazos.