lunes, 24 de abril de 2017

De carne y sueños


Desfilaban
uno tras otro,
sin permiso,
sin tregua:
dulces, etéreos, cómplices,
azul-lamento algunos;
electrizantes, boreales,
audaces,
vertebradores de luz los más;
los menos, embriagados
de arsénico.

Todos ellos te amaban,
arrojaban a tus pies sus temores,
se atrincheraban tras la cálida sombra
de algún gesto tuyo,
alquimistas fugaces de mi exilio
perpetuándose
en un crisol de futuras ausencias.

Hoy reclamo sus melíferos huesos
vengo a sus tumbas con flores
antiguas,
evocando mi patria perdida,
destejiendo latidos, pronombres,
risas y llantos, condenas y gozos.
Eran de carne y sueños los días;
fueron niños
creciendo en mi seno.
Sucumbieron muy pronto a la muerte,
al hachazo
 de un tiempo metálico.

4 comentarios:

  1. Dios permita que nuestra Diosa Blanca nunca nos abandone. Las Escrituras Antiguas dicen que hay promesas indelebles. Siga el árbol creciendo desde el vientre de tu frente. Un abrazo, poeta. Arkha.

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    1. Hay promesas indelebles y recuerdos que nos habitan y nos viven.
      Gracias siempre, mi estimado Arkhazul.

      Abrazos.

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  2. Qué decirte, todo es maravilloso cuando sueltas en libertad las aves sanguíneas, ellas dibujan un idioma perpetuo y latente. Abrazos, amiga.

    RJL

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    1. Muchas gracias, Ricardo, por llegar hasta mis versos y dejarme tan maravilloso comentario.

      Abrazos, amigo.

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